Para una pastoral bíblica de la misericordia
El Dios de la misericordia es el Dios del Sinaí-Horeb, el Dios de la liberación y de la alianza, el que se compadece de su pueblo, el que tiene a Moisés como amigo. El rostro de este Dios es cercano y no lejano. La misericordia es su manifestación más precisa y verdadera. Este Dios se manifestará en...
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Format: | Electronic Article |
Language: | Spanish |
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Published: |
CEBITEPAL
2016
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In: |
Medellín
Year: 2016, Volume: 42, Issue: 164, Pages: 31-47 |
Further subjects: | B
Año Santo
B Misericordia B Buen Samaritano B alianza |
Online Access: |
Volltext (kostenfrei) |
Summary: | El Dios de la misericordia es el Dios del Sinaí-Horeb, el Dios de la liberación y de la alianza, el que se compadece de su pueblo, el que tiene a Moisés como amigo. El rostro de este Dios es cercano y no lejano. La misericordia es su manifestación más precisa y verdadera. Este Dios se manifestará en la plenitud de su Hijo unigénito, Jesús, el Cristo. En la parábola del buen samaritano la misericordia empieza con la unión de la mirada («ver») y del corazón («conmoverse íntimamente»). La misericordia siempre es concreta, directa, ágil, amiga, solícita, perseverante y sin límites. Por esto la parábola termina con una llamada a imitar la conducta del samaritano que modificó su viaje para cargarse con el hombre anónimo, de tal forma que la misericordia le cambió su vida. La misericordia de la Iglesia descansa sobre el amor del Resucitado, quien envía a comunicar la profecía del amor que transforma. Con el Papa Francisco, mensajero de este amor, comprendemos en este Año Santo que la misericordia es la gran fuerza que dimana del Evangelio de Jesús. El Dios de la misericordia es el Dios del Sinaí-Horeb, el Dios de la liberación y de la alianza, el que se compadece de su pueblo, el que tiene a Moisés como amigo. El rostro de este Dios es cercano y no lejano. La misericordia es su manifestación más precisa y verdadera. Este Dios se manifestará en la plenitud de su Hijo unigénito, Jesús, el Cristo. En la parábola del buen samaritano la misericordia empieza con la unión de la mirada («ver») y del corazón («conmoverse íntimamente»). La misericordia siempre es concreta, directa, ágil, amiga, solícita, perseverante y sin límites. Por esto la parábola termina con una llamada a imitar la conducta del samaritano que modificó su viaje para cargarse con el hombre anónimo, de tal forma que la misericordia le cambió su vida. La misericordia de la Iglesia descansa sobre el amor del Resucitado, quien envía a comunicar la profecía del amor que transforma. Con el Papa Francisco, mensajero de este amor, comprendemos en este Año Santo que la misericordia es la gran fuerza que dimana del Evangelio de Jesús. |
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